Un camino a lo singular

Cuarta entrega de la serie «Casas perdidas, la modernidad invisible», ensayos breves del arquitecto Pablo Briguez sobre proyectos arquitectónicos notables por su originalidad y elaboración entre las viviendas de Magdalena. En este caso se trata de una casa de la calle 25 de Mayo de esta ciudad, realizada por el arquitecto y artista platense Alejandro Sago.


CASAS PERDIDAS. LA MODERNIDAD INVISIBLE

CAPÍTULO IV
UN CAMINO A LO SINGULAR

Por Pablo Briguez

La mujer camina, apresurada protegiéndose del viento frio de junio que azota sobre su cara, sus pasos sortean las baldosas de la despareja vereda, hasta que su paso se detiene, no entiende por qué. Busca en la bolsa a ver si olvido comprar algo, pero se da cuenta que es una mera excusa para entender que le pasa. Solo cuando levanta la mirada y entre los pelos que le tapan la cara puede ver los afilados muros blancos que se elevan al cielo, cree comprender. Siente una extraña sensación, se queda inmóvil frente a un estrecho pasillo que la invita a pasar. Duda. Por unos segundos se pierde, pero vuelve, reacciona, niega con la cabeza, se persigna y sigue su camino. Se aleja y nunca notó que era observada por un joven arquitecto que sonríe ante la escena, una vez más alguien confunde a su obra con una iglesia. Baja la cabeza y termina de escribir su última marca sobre el cemento aun fresco en el cordón de la vereda, allí reza para siempre: 1983

Este relato bien podría haber sido una escena de por aquellos años cuando un joven arquitecto platense Alejandro Sago (arquitecto, escultor, actor y promotor cultural) veía el avance se unas de las viviendas más singulares de toda Magdalena, la casa del Dr. Héctor Baudino en la calle 25 de mayo.

Para poder entender esta obra es necesario comprender que la arquitectura no se trata solo de proyectos obras y planos, sino que esta marcada por historias. Cada una de los lugares que habitamos están conformados por historias de vida, formas de sentir y de pensar y mas aún en este caso donde para el arquitecto Sago hacer arquitectura es encontrarse con una nueva posibilidad donde cada circunstancia es una novedad.

Alejandro Sago tuvo la posibilidad de trabajar en varios estudios profesionales de la capital, pero su mayor anhelo era poder trabajar en el estudio de Clorindo Testa, cosa que logró a poco de recibirse. Este dato no es menor si pensamos que la arquitectura a ese nivel profesional muchas veces se define en los grandes estudios como un proceso de resolución a través de catálogos, de soluciones ya encontradas para los diversos problemas que se presentan. ¿Hay que diseñar una puerta?, solo basta buscar en el archivo correspondiente y aplicar la solución. La arquitectura de Clorindo Testa muy por el contrario esta definida por la libertad de entender cada situación como nueva, y la búsqueda de una respuesta singular para esas preguntas.

Su relación con Baudino a quien conoció por su actividad en la agremiación médica provincial lo llevo a recibir el encargo de proyectar una reforma en su vivienda que a su vez pudiera contener un espacio de trabajo para la atención de sus pacientes. La primera dificultad es que Baudino estaba desahuciado con su vivienda y le habían recomendado demolerla por completo, ya que su frente orientado al sur estaba invadido por la humedad y los hongos.

Lejos de esto el arquitecto Sago plantea una remodelación que incluye avanzar sobre un retiro que la vivienda tenía y generar un crecimiento en dos volúmenes separados por un estrecho patio. Hacia un lado se resolvería la ampliación de la vivienda con un estar deprimido del nivel de calle y hacia el otro con la sala de espera de los consultorios también al mismo nivel.

Esta simple idea deja entre medio de estos dos espacios un patio muy estrecho con dos volúmenes con techos a la altura de la vista de un peatón que forman parte de una idea mayor que es un recorrido que se inicia frente a dos columnas (hoy flanqueadas por arboles) que marcan una primera situación de ingreso que se continua en la vereda, donde el trazado de la misma se corta para indicar el sentido de circulación. Todo el tiempo se trata de una invitación a entrar, las marcas en el suelo, la tensión que se genera entre la estrechez de los muros de la entrada para luego aliviarse al ampliarse gradualmente el espacio hasta llegar a los ingresos. Esta búsqueda, esta tensión que se genera en el espacio es la justa y necesaria si entendemos que este patio es un espacio hibrido entre lo publico y lo privado, pensemos que el funcionamiento del consultorio hace que por momentos la vereda tenga su continuidad en ese espacio interior, que debe funcionar también como privado.

Como remate de este recorrido aparecen en esta vivienda un sinnúmero de detalles: puertas que se ocultan, viguetas que arman un antepecho escalonado para ocultar las trasparencias de un comedor vidriado que queda oculto tras las flores y plantas que crecen sobre las vigas de hormigón, por debajo una fuente recoge el agua de lluvia de los techos de losa del estar y la sala de espera y desde el interior unas puertas de vidrio hacen posible que la naturaleza forma parte del interior. Círculos se marcan en el piso describiendo el movimiento de aperturas de las puertas de ingreso, más círculos que enmarcan la entrada de luz de la tarde para iluminar el ingreso, rajas de luz en el cielorraso que inundan los ambientes de luz cenital, cortes en los muros que permiten ver desde la cocina lo que sucede en el estar son algunos de los interminables detalles que la casa posee y que marcan un cuidado por la resolución de cada uno de los espacios y la forma en que la luz actúa en ellos.

Párrafo aparte merecen dos resoluciones delineadas en esta vivienda. La primera es un muro que divide el sector privado de la casa y el espacio del consultorio. Ese muro que además posee en su parte inferior un banco de hormigón que acompaña la longitud de la mesa familiar, no llega hasta el techo y sobre él cuelgan unas lámparas que iluminan este espacio de vital importancia para el Doctor Baudino. Este muro contenía sobre si la proyección dibujada de las sombras de las siluetas de los integrantes de la familia. Este mural que contó con la colaboración de Carlos Faisca (artista plástico y escenógrafo hoy radicado en Barcelona) y con los miembros de la familia que ayudaron a pintarlo fue realizado una noche fría de invierno luego de una cena en la que el Doctor cocinó para toda la familia en la estufa hogar (preexistente) que es el centro y corazón de la casa.

El segundo elemento son los muros que enmarcan el ingreso a la vivienda. Dos muros que representan los tímpanos de un granero (el lugar donde se atesora la riqueza, que en este caso es la vida familiar) que esta segmentado en dos planos inclinados que no se tocan y que generan una tensión en esa estrechez, una sensualidad propia de esa cercanía, de ese casi tocarse. Por otro lado, la altura de esos muros responde a la idea de que estos actúen como pantallas reflectantes de la luz de la mañana, lo que permitiría inundar de luz el patio y evitar la situación de humedad y sombra que la anterior construcción sufría.

Quizás algún desprevenido aún hoy pase por el lugar se persigne y piense que es una iglesia, pero esta obra es tal vez la vivienda mas singular de este pequeño pueblo, obra de alguien que entiende que la arquitectura es siempre una primera vez.