En el pueblo bonaerense de Las Tahonas, partido de Punta Indio, está «La Elena», un predio de diez hectáreas llamado así por Elena Vita, quien fundó hace 20 años el Hogar Angel Azul en la ciudad de La Plata. Cuando llegó la pandemia y el aislamiento social obligatorio, 27 chicos y chicas que residían en el hogar platense fueron llevados a Las Tahonas para pasar la cuarentena en el campo. Aquí la historia de Elena, de cómo la pérdida de una pequeña hijita en un accidente vial la acercó a un proyecto en el que ya lleva dos décadas y le dio sentido a su vida ayudando a otras niñas y niños.
Por Laura Acosta
Elena nunca creyó que un hogar donde albergar a niños, niñas y adolescentes con vulnerabilidad social se iba a convertir en la razón de su vida. Jamás pensó que la visita a un lugar así junto a una amiga que la invitó para sacarla de la depresión le iba a cambiar tanto el eje de sus días, y que aquello que fue casi un acto reflejo de esa nena de tres años (se le prendió de la pierna y le preguntó: «¿mamá, me llevas con vos?»), sería el origen de algo que hoy ya tiene veinte años y que creció tanto. Hoy esa mujer no puede pensarse lejos de ese proyecto, que se convirtió en un modo de vida para ella y para los suyos, y por eso donde sea que vaya, el hogar se va con ella.
En Las Tahonas, detrás de una tranquera de madera blanca que marca el acceso a «La Elena«, una treintena de niños y adultos habitan y dan vida al campo de diez hectáreas bautizado en honor a quien le dio sentido a ese predio. Elena Vita tiene 64 años, un hijo de sangre que se llama Hernán Améndola, una hija del corazón, Sonia, y un puñado de soldados de fierro que la ayudan a sostener el Hogar Angel Azul, que en agosto cumplió dos décadas. Ella es, junto a los suyos, la responsable de que unos veinte nenes y nenas de entre cero y doce años se olviden de los dolores y angustias por las que pasaron y transiten sus días llenos de alegría, curiosidad y libertad.
El camino de acceso termina en una casa bastante espaciosa que legalmente pertenece a Bruno Carpinetti, el dueño del campo. El es un biólogo platense que, por esas cosas de la vida, conoció a Hernán y al hogar, y la simbiosis que se dio entre ambos y Elena, fue mágica. Desde siempre el campo de la familia Carpinetti ubicado en Las Tahonas estuvo a disposición del Hogar Angel Azul y sus «péndex«, como los llaman.
Por eso cuando llegó la pandemia y el aislamiento social obligatorio, ni lo dudaron y mudaron a los 27 niños, niñas y adolescentes que residían en ese momento en el hogar, ubicado en el Barrio Hipódromo (117, 36 y 37 de La Plata) para el campo puntaindiense. Desde mediados de marzo todos conviven felizmente al aire libre, cortando leña, andando en bici y también, de a ratos, haciendo las tareas escolares que tienen absolutamente al día.
Nacida a tres cuadras de la sede oficial donde está el hogar, ama de casa y viuda de Hugo -un plomero con quien pasó más de cuarenta años-, Elena transmite algo especial. Su voz ronca contrasta con las palabras cariñosas con las que revive cada recuerdo sobre cómo surgió lo que para ella hoy es su vida. La confianza se instala enseguida en el diálogo, que remite inexorablemente a los comienzos del hogar, fundado luego de que su hija Sofía falleciera en un accidente automovilístico; un hogar que no sólo alberga y contiene a niños, niñas y adolescentes, sino que además encara proyectos vinculados con la niñez y su bienestar, y hasta promueve leyes como la que se está tratando en estos días en la Legislatura bonaerense para que IOMA asista médicamente a los menores que estén en hogares de tránsito, proyecto bautizado precisamente como Ley Angel Azul.
«En el año 97 tuvimos un accidente de auto manejando mi marido. No sabemos que pasó, el auto derrapó, rozó una columna y se murió mi hija Sofía, con siete años, el 3 de octubre«, resume Elena. «Mi familia cambió, nunca más fue lo mismo. Los primeros años fueron muy pero muy difíciles, porque éramos una familia normal hasta que ese día se muere mi hija«, amplía.
Durante dos años Elena fue dos veces por día al cementerio, todos los días. Allí lloraba por su Sofía, sobre una lápida blanca que, en honor al gusto de la nena, que además era hincha de Gimnasia y Esgrima La Plata, fue decorada con un ángel azul. Sin saberlo, dos años después ese detalle daría nombre al hogar que hoy se convirtió en un ejemplo de la Provincia de Buenos Aires, consultado por legisladores y funcionarios de Niñez como Claudia Bernaza o Susana González.
Hasta que aquel diciembre del 99 visitó un hogar, una niña quiso irse con ella y no lo dudó. En la casa heredada de una vecina que se la donó, abrió el Hogar Angel Azul, y la familia que había quedado de tres, se convirtió en multitudinaria.
Una nena que entonces tenía 10 años y venía de la comisaría de la Mujer fue uno de los vínculos más especiales que tejió Elena en todo este tiempo. «Hoy es mi mano derecha, es mi hija del corazón, se casó y tiene dos hijos. Llegó ella y me cambió la vida. Ya tenía cuatro o cinco chicos pero no sé qué pasó con ella… Sonia«, rememora, y se emociona. Pero también recuerda a quienes fueron sus dos primeros niños a quienes alojó: «Hoy aún están conmigo: Diego tiene 21 años y Gladis tiene 30; ambos tienen una discapacidad y son hermanos, pero no hubo posibilidad de que volvieran a su casa«, contó, y acá están en Las Tahonas.
Decenas de pequeños y pequeñas que aún hoy están en contacto con Elena, Hernán y los colaboradores del hogar, pasaron por la casa de 117, algunos además con la posibilidad de disfrutar del campo en Las Tahonas. Pero de todos, alguno quedó en el colador de la memoria. «Todavía vivía mi marido cuando aparece un bebé de nueve meses, prematuro; un gordito de ojos verdes con un montón de rulos y fue un flechazo con mi marido. Van pasando los días y dicen que va a ir en adopción porque no hay vínculo. Hoy Walter tiene 17 años y es mi hijo«, destaca Elena, quien como una madraza interviene en cada proceso de adopción, ya que en la mayoría de los casos la revinculación familiar es imposible y se quedan allí, en el hogar hasta formar su propia familia.
-¿Cuántos nenes y nenas hay en este momento?
-Hoy bajo Juzgado hay 20, porque hay capacidad para 25 pero con la pandemia tenemos pocos ingresos. Siete meses tiene el más chico y el mayor 18, pero hace cinco años vive con nosotros.
-Es extraño que se queden tanto tiempo.
-No, no lo es. Tengo a Rocío que ahora tiene 28 y el hermano, que tiene 30, que estuvieron viviendo desde los 8 y 10 años hasta que se recibieron. Benjamín es técnico en seguridad e higiene y técnico en electromecánica y está trabajando en YPF. Y Rocío salió de casa recibida de bióloga. Porque llegan a los 18 años y ¿qué le decís al pibe, «Hasta acá me pagan por vos, de ahora en adelante buscate dónde vivir, buscate un laburo…»?. No.
El hogar de Abril
Para los lugareños el Hogar Angel Azul se conoció tras la aparición de Abril, la nena de Punta Indio que estuvo secuestrada seis días en octubre de 2019 y fue llevada allí por orden de la Justicia. La pequeña está aun en el hogar, al parecer cómoda, aunque «nunca habló, nunca contó su historia ni se abrió con nadie de acá; pero está contenta«, señala. Elena habla de la pequeña, cuya medida de abrigo ya se venció -no se sabe si la Justicia la dejará allí o dictará otra cosa- y confiesa que «antes de que Abril apareciera yo la soñé, la soñé caminando acá en el campo«. Recuerda que «estaba acostada, me desperté y la vi caminando en el campo, que venía para acá; y le dije a Sonia que soñé con la nena de la tele, pero ¿cómo puede ser si yo no la conozco? Estábamos acá en Las Tahonas por volver a La Plata cuando me llaman desde el Zonal diciendo que había aparecido Abril y que no iba a ir a otro hogar que no fuera el mío«.
Elena recuerda que esa tarde «llegamos a casa, bañamos los nenes, les dimos de comer y al rato empezaron a aparecer los periodistas a la puerta de mi casa. Estaba C5N, América, nos llamaban de la producción pero no había entrevista para nadie. Llegó en el auto con Hernán YZurieta, la entramos y fue como un ingreso más, con la diferencia de que era la chica de la tele«.
La llegada de la pequeña de diez años que estuvo seis días secuestrada por sus vecinos no originó demasiado revuelo en el hogar. «Nosotros no somos muy de hablar delante de los pibes de la problemática; sabían que era Abril, la de la tele, y Abril es muy especial, enseguida se adaptó«.
Razón de vivir
«Sin el hogar no podría vivir, no sabría qué hacer. Mirá que soy una persona que empecé a trabajar a los doce años, siempre laburé en comercio; el comercio era como mi vida y hoy no sabría hacer otra cosa. Los chicos para mí son todo, ellos me salvaron la vida y son parte de mí«, detalla la madre, la enfermera, la maestra, la asistente, la súper Elena, que condiciona sus días al bienestar y cuidado de los niños y niñas.
Tanto en La Plata, donde recibe la ayuda de muchos colaboradores (porque en la sede del hogar hay talleres, dan de comer a gente en situación de vulnerabilidad y encaran otros proyectos más ambiciosos, como generar una bolsa de trabajo y formar «promotores ambientales», entre otras cosas) como en el campo, quienes se acercan enseguida son parte del Angel Azul.
Pero su instalación en Las Tahonas y la solidaridad de la gente de la zona deslumbró a los citadinos que llevan ya casi seis meses sin moverse. «Esto es el paraíso terrenal; es tocar el cielo con las manos, estamos súper bien: tenemos leña, gas, no nos falta comida, los comerciantes de acá colaboran con nosotros, vino una chica que tiene un negocio en Verónica y nos trae un bidón de 10 litros de leche, más un cajón de naranjas o manzanas o bananas, o galletitas…ahora trajo para que hagan barrilete. La panadería nos guarda facturas del día anterior… Nos sentimos más que contenidos por la gente«, detalla Elena, y rescata que «Hernán el intendente, pasa en bici y entra a ver cómo estamos; Gabriel (D´Aluisio, secretario de Gobierno) nos donó las ventanas para el quincho, el piso que había comprado para su casa y no usó nos lo dio; el director de Salud vino a conocernos y nos manda la ambulancia con la vacunadora, vamos al hospital y tenemos un pediatra para lo que necesitemos. Te puedo asegurar que ha aparecido gente con dos tortas, un señor Eduardo con arroz con leche, el veterinario siempre atento a lo que necesitamos para el perro, el caballo; no tenemos vecinos pero publica algo en el grupo y enseguida tenés respuesta; el carnicero Riki nos abrió la carnicería el domingo para buscar carne… en La Plata no existe eso» , enumeró.
El último gran plan del Hogar Azul y Proyecto Ceibo, que es el que coordina otras actividades sociocomunitarias como la bolsa de trabajo, la entrega de comida y la capacitación de vecinos como «promotores ambientales», se completa con el trámite para la cesión de un lote cercano a la escuela. Colaboradores y niños alambraron y están limpiando el lugar -cuyo trámite en comodato avanza en la Justicia- para que lo que hasta hoy era monte en desuso se convierta en un verdadero lugar para todos y todas. Algunas manos negras intentan desalentar el trabajo solidario de sus hacedores (rompieron los carteles colocados en la entrada), pero seguramente serán muchas más las que se sumarán para ayudar a construir. Porque si de algo sabe esta gente es de enfrentar obstáculos y, por sobre todo, de superarlos.