Hace 59 años, el 29 de julio de 1966, una imagen quedó grabada para siempre en la historia argentina: policías golpeando a docentes, estudiantes y graduados que salían de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Esa noche, conocida como La Noche de los Bastones Largos, el gobierno militar de Juan Carlos Onganía desató una represión brutal contra quienes defendían la autonomía de las universidades, el pensamiento libre, la ciencia y la educación pública.
Un mes antes, Onganía había tomado el poder con un golpe de Estado. No le gustaban las universidades públicas: las veía como lugares donde se pensaba demasiado y se cuestionaba la autoridad. Por eso, firmó un decreto que eliminaba la autonomía universitaria y ponía a las casas de estudio bajo control del Ministerio del Interior, es decir, de la policía.
Cuando la comunidad educativa se enteró, reaccionó: estudiantes, docentes y autoridades se reunieron en distintas facultades para resistir. Pero esa noche, la Policía Federal irrumpió en Exactas, Filosofía y Letras, Medicina y otras facultades. En Exactas, la represión fue especialmente violenta. Golpearon al decano Rolando García, al vicedecano Manuel Sadosky y a decenas de personas más. A todos los hicieron salir entre filas de policías que les pegaban con bastones.
El impacto fue enorme, dentro y fuera del país. El profesor estadounidense Warren Ambrose, que estaba en Exactas, escribió una carta al New York Times contando lo que vivió. Su testimonio recorrió el mundo (se reproduce completa más abajo).
Pero la represión no solo golpeó a la universidad: también destruyó gran parte del sistema científico argentino. En los días siguientes, más de 1.300 docentes renunciaron. Se desarmaron equipos de investigación completos. Unos 300 profesores dejaron el país, más de 200 de ellos eran investigadores científicos. Muchos se reubicaron en universidades de Chile, Venezuela, EE.UU. y Europa.
Uno de los símbolos del daño fue Clementina, la primera computadora científica del país. Se usaba para cálculos matemáticos, investigaciones astronómicas y hasta traducciones automáticas. Después de la Noche de los Bastones Largos, quedó abandonada porque ya no quedaban especialistas que pudieran operarla. Nunca fue reemplazada.
Algunas facultades no resistieron, se adaptaron a la dictadura y colaboraron con ella. Pero otras casas de estudio e institutos de investigación eligieron defender los valores democráticos y pagaron un precio muy alto.
La Noche de los Bastones Largos fue más que una represión: fue un intento de destruir el pensamiento libre, la ciencia y la educación pública. Las imágenes y relatos de ese hecho siguen siendo un recordatorio de por qué es tan importante defender la universidad y el conocimiento.
Carta del profesor Warren A. Ambrose
Buenos Aires, Argentina, 30 de julio de 1966
Carta al Editor
The New York Times
New York, N.Y.
Estimados señores:
Quisiera describirles un brutal incidente ocurrido anoche en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires y pedir que los lectores interesados envíen telegramas de protesta al presidente Onganía.
Ayer el Gobierno emitió una ley suprimiendo la autonomía de la Universidad de Buenos Aires y colocándola (por primera vez) bajo la jurisdicción del Ministerio de Educación. El Gobierno disolvió los Consejos Superiores y Directivos de las universidades y decidió que de ahora en adelante la Universidad estaría controlada por los Decanos y el Rector, que funcionarían a las órdenes del Ministerio de Educación. A los Decanos y al Rector se les dio 48 horas de plazo para aceptar esto. Pero los Decanos y el Rector emitieron una declaración en la cual se negaban a aceptar la supresión de la autonomía universitaria.
Anoche a las 22, el Decano de la Facultad de Ciencias, Dr. Rolando García (un meteorólogo de fama que ha sido profesor de la Universidad de California en Los Ángeles), convocó a una reunión del Consejo Directivo, de la Facultad de Ciencias (compuesto de profesores, graduados y estudiantes, con mayoría de profesores) e invitó a algunos otros profesores (entre los que me incluyo), a asistir al mismo. El objetivo de la reunión era asistir al mismo. El objetivo de la reunión era informar a los presentes sobre la decisión tomada por el Rector y los Decanos, y proponer una ratificación de la misma. Dicha ratificación fue aprobada por 14 votos a favor, con una abstención (proveniente de un representante estudiantil).
Luego de la votación, hubo un rumor de que la policía se dirigía hacia la Facultad de Ciencias con el propósito de entrar, que en breve plazo resultó cierto. La policía llegó y sin ninguna formalidad exigió la evacuación total del edificio, anunciando que entraría por la fuerza al cabo de 20 minutos (las puertas de la Facultad habían sido cerradas como símbolo de resistencia –aparte de esta medida no hubo resistencia). En el interior del edificio la gente (entre quienes me encontraba) permaneció inmóvil, a la expectativa. Había alrededor de 300, de los cuales 20 eran profesores y el resto estudiantes y docentes auxiliares. (Es común allí que esa hora de la noche haya mucha gente en la Facultad porque hay clases nocturnas, pero creo que la mayoría se quedó para expresar su solidaridad con la Universidad).
Entonces entró la policía. Me han dicho que tuvieron que forzar las puertas, pero lo primero que escuché fueron bombas, que resultaron ser gases lacrimógenos. Al poco tiempo estábamos todos llorando bajo los efectos de los gases. Luego llegaron soldados que nos ordenaron, a los gritos, pasar a una de las aulas grandes, donde nos hizo permanecer de pie, con los brazos en alto, contra una pared. El procedimiento para que hiciéramos eso fue gritarnos y pegarnos con palos. Los golpes se distribuían al azar y yo vi golpear intencionalmente a una mujer –todo esto sin ninguna provocación. Estoy completamente seguro de que ninguno de nosotros estaba armado, nadie ofreció resistencia y todo el mundo (entre quienes me incluyo) estaba asustado y no tenía la menor intención de resistir. Estábamos todos de pie contra la pared –rodeados por soldados con pistolas, todos gritando brutalmente (evidentemente estimulados por lo que estaban haciendo –se diría que estaban emocionalmente preparados para ejercer violencia sobre nosotros). Luego, a los alaridos, nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la salida del edificio. Pero nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez pies entre sí, que nos pegaban con palos o culatas de rifles y que nos pateaban rudamente en cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar. Nos mantuvieron incluso a suficiente distancia uno de otro de modo que cada soldado pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan brutalmente como les era posible y yo (como todos los demás) fui golpeado en la cabeza, en el cuerpo, y en donde pudieron alcanzarme. Esta humillación fue sufrida por todos nosotros –mujeres, profesores distinguidos, el Decano y Vicedecano de la Facultad, auxiliares docentes y estudiantes. Hoy tengo el cuerpo dolorido por los golpes recibidos pero otros, menos afortunados que yo, han sido seriamente lastimados. El profesor Carlos Varsavsky, director del nuevo Radioobservatorio de La Plata, recibió serias heridas en la cabeza, un ex secretario de la Facultad (Simón) de 70 años de edad fue gravemente lastimado, como asimismo Félix González Bonorino, el geólogo más eminente del país.
Después de esto, fuimos llevados a la comisaría seccional en camiones, donde nos retuvieron un cierto tiempo, después del cual los profesores fuimos dejados en libertad sin ninguna explicación. Según mi conocimiento, los estudiantes siguen presos. A mí me pusieron en libertad alrededor de las 3 de la mañana, de modo que estuve con la policía alrededor de cuatro horas.
No tengo conocimiento de que se haya ofrecido ninguna explicación por este comportamiento. Parece simplemente reflejar el odio para mí incomprensible, ya que a mi juicio constituyen un magnífico grupo, que han estado tratando de construir una atmósfera universitaria similar a la de las universidades norteamericanas. Esta conducta del Gobierno, a mi juicio, va a retrasar seriamente el desarrollo del país, por muchas razones entre las cuales se cuenta el hecho de que muchos de los mejores profesores se van a ir del país.
Atentamente,
Warren Ambrose
Profesor de Matemáticas en
Massachussets Institute of Technology
y en la Universidad Nacional de Buenos Aires.