Durante el tradicional Tedeum del 9 de Julio celebrado en la Catedral de La Plata, el arzobispo Gustavo Carrara hizo un llamado a la dirigencia política a comprometerse con la lucha contra la desigualdad, la pobreza y en favor de la dignidad de los excluidos. En su mensaje, retomó conceptos de la encíclica Fratelli Tutti del papa Francisco.
Carrara, de 52 años, fue designado por el Sumo Pontífice en 2023, tras una extensa labor pastoral en villas y asentamientos del Área Metropolitana de Buenos Aires. Es considerado el primer «arzobispo villero», en referencia a su trabajo territorial en los sectores más postergados. Conduce la arquidiócesis de La Plata cuya jurisdicción abarca los partidos de Berisso, Ensenada, La Plata, Magdalena y Punta Indio.
En su intervención, recordó que “veintinueve diputados, dieciocho laicos y once sacerdotes firmaron la declaración de independencia respecto de España y de toda dominación extranjera. La declaración fue traducida al aymara y quechua porque la población era mayoritariamente aborigen y mestiza”. Y añadió: “La identidad era el ser americano, no existían las nacionalidades. El pueblo argentino nace en el espacio fraterno de la solidaridad latinoamericana, que no puede ser borrado de la memoria histórica. Así nace la convicción de formar parte de la Patria Grande”.
Entre los presentes se encontraba el gobernador Axel Kicillof, quien luego expresó en sus redes sociales: “Participamos del tradicional Tedeum del 9 de Julio en la Catedral de La Plata. Celebramos y hacemos nuestras las palabras del arzobispo Gustavo Carrara sobre la necesidad de luchar contra la desigualdad, fortalecer los lazos solidarios y garantizar la dignidad de los más vulnerables, porque solo así será posible construir una Patria para todos y todas”.
Más adelante, Carrara se refirió a la parábola del buen samaritano, leída durante la ceremonia, y que también es citada por el papa Francisco en Fratelli Tutti: “Hay que empezar abrazando y recibiendo a los más frágiles de nuestro pueblo”.
Y continuó: “La búsqueda de la amistad social no implica solo acercar a sectores enfrentados en el pasado, sino también reencontrarse con los más empobrecidos y vulnerables. La paz no es solo ausencia de guerra, sino el compromiso incansable de quienes ocupamos cargos de responsabilidad de reconocer y garantizar la dignidad olvidada o ignorada de nuestros hermanos”.
En otro tramo, planteó preguntas clave para la clase dirigente: “¿Sostenemos una escucha atenta de los últimos de la fila? ¿Tomamos conciencia de que es verdaderamente dramático luchar por lo mínimo vital escapando de la muerte? ¿Asumimos en nuestros espacios políticos y sociales que los pobres tienen la dignidad suficiente para participar de nuestras discusiones y llevar el pan a sus mesas? ¿Pensamos por ellos o con ellos caminos de desarrollo humano integral?”.
También denunció “la inaceptable desproporción entre las riquezas acumuladas en manos de unos pocos y los pobres del mundo”. Y advirtió: “Quienes viven en condiciones extremas claman para que se escuche su voz, y a menudo no encuentran quién escuche sus súplicas. Este desequilibrio genera injusticias persistentes que conducen a la violencia y, tarde o temprano, a la tragedia de la guerra”.
Carrara concluyó con una reflexión sobre el rol del Estado: “La política sana, al promover la distribución equitativa, puede ofrecer un servicio eficaz a la armonía y la paz, tanto a nivel nacional como internacional. Es evidente la necesidad de un diálogo entre política y economía al servicio del bien común”.