Ayer fue el Día Internacional de la Madre Tierra y hoy se celebra el Día Internacional del Libro, aprovechando la doble conmemoración InformadorMgd entrevistó a Alejandro Meitin, ex integrante de la ONG Ala Plástica y actual coordinador de Casa Río – Arte y Ambiente. Meitin es una de las personas que más trabajó para denunciar los efectos del derrame de petróleo de Shell en las costas de Magdalena y demostrar que persisten. Hoy también presenta un libro sobre el trabajo de decenas de artistas y comunidades que se llama La Tierra No Resistirá. Aquí la charla que mantuvimos de aislamiento a aislamiento.
Como integrante de Ala Plástica, Alejandro Meitin fue uno de los mayores activistas e investigadores del impacto del derrame de petróleo de la empresa Shell sobre las costas de Magdalena en 1999. Con Casa Río, un laboratorio, archivo y residencia de trabajo con base en Punta Lara, partido de Ensenada, continúa en la misma línea de trabajo, que reúne la acción artística, el trabajo de campo científico y social, y la difusión de las problemáticas ambientales, en particular en lo que refiere a los humedales. Esta semana Casa Río anunció la edición del libro La Tierra No Resistirá, que será presentado en julio, aprovechamos el anuncio para invitarlo a reflexionar sobre las nuevas realidades y fenómenos que se están viendo en el mundo a partir de la pandemia de coronavirus.
– En el verano estuviste en el Balneario de Magdalena dando una charla y una caminata por el escenario del derrame de petróleo de 1999, en coincidencia con el Día Mundial de los Humedales ¿qué impresión te llevaste?
– Efectivamente, el día 2 de febrero pasado estuve junto con Marcelo Miranda, un compañero con quien venimos trabajando hace muchos años y con quien hicimos todo el relevamiento del impacto del derrame de petróleo en las costas de Magdalena allá en el 99 y que lo seguimos hasta el día de hoy. La capacidad de recuperación del sistema es asombrosa. De todos modos el impacto fue importante, fue muy importante, pero al cabo de tantos años y más con el enorme poder dilusor que tiene el pulso del estuario, entre esas pleamares y bajamares diarias, hace que indudablemente el ecosistema se vaya recuperando, aunque con algunos niveles de alteración como hemos demostrado en el informe desarrollado en el año 2010.
La capacidad de resiliencia es evidente, por suerte. Pero esto también ha jugado en favor indudablemente de la empresa Shell, que contaminó el ecosistema y ha dejado pasar el tiempo sin ningún tipo de responsabilidad desde el plano judicial. Esto verdaderamente es una injusticia muy grave, porque durante más de 15 años ha habido un lucro cesante, un daño emergente, no solamente para el municipio y la población sino también para todo el ecosistema.
– En las últimas semanas circularon informes de cómo habían bajado los niveles de contaminación en nuestra región, pero también en otros lugares del mundo, a causa de la disminución de la actividad humana por la cuarentena casi global ¿cómo hacer para que este efecto se mantenga en el tiempo y no se revierta en cuanto se ponga a andar de nuevo toda la maquinaria económica y social?
– En cuanto a la situación que se presenta ahora con esta disminución de la actividad humana sobre la naturaleza y… efectivamente es un cambio, hay un cambio. De todos modos hay algunas cuestiones que se presentan que son fakenews o un poco exageradas, porque no todas son ciertas, pero es indudable que en la medida en que disminuya la actividad y la incidencia humana, tan presente constantemente, que se expande tanto dentro de este sistema y este modelo que nosotros tenemos, que es de consumir y arrojar toda nuestra actividad sin ningún tipo de límite. El sistema en el cual vivimos, este sistema hegemónico, nos invita constantemente a consumir, a desperdiciar, a avasallar, a destruir. Entonces cuando paramos un poquito vemos qué gran poder de recuperación tiene la naturaleza y ojalá que esto nos permita incorporar de alguna manera un pensamiento más profundo sobre nuestro rol en el planeta y que podamos revertir de alguna manera. Pero tengo la sensación de que mucha gente está esperando que se acabe la cuarentena para volver a salir a hacer lo mismo que hacía antes. Entonces nos va a costar mucho más que una epidemia de coronavirus entender esto es un aviso. Seguramente que algo va a cambiar, pero no creo que logremos habernos dado cuenta de lo mucho y mal que influimos sobre nuestro planeta, sobre los ecosistemas en los que vivimos y con el total desprecio en el que nosotros nos relacionamos con toda la otra vida, no sólo la humana, sino también la no humana que nos acompaña en este viaje.
Eso va a ser muy difícil, muy difícil, porque en la situación que nosotros estamos se está esperando a volver a producir de la misma manera que se producía. Ya hemos visto los barcos petroleros anclados en los distintos mares, en las distintas costas, porque no tienen ya dónde albergar el petróleo y lo que están esperando es que esto termine. Hay una enorme presión del mundo industrial para que a pesar de las muertes se siga produciendo y se siga activando la economía. Lo estamos viendo, con total desaprensión, al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, diciendo “bueno hay que seguir produciendo, hay que seguir viviendo de la misma manera y con el mismo derroche que se hizo hasta ahora”, algo que ha causado tantos daños en todo el mundo. Así que yo creo que cuando esto se termine, digo lo de la pandemia, la maquinaria económica va a producir nuevamente como producía antes, se va a seguir avanzando, incluso con más enjundia, en las propagandas sobre consumo y sobre reactivación, a decir que es necesario volver a reactivar, en vez de aprovechar esta situación para hacer lo que se conoce como un aterrizaje lento, empezar el proceso de decrecimiento, más que en la idea absoluta del progreso ilimitado.
Creo que hace falta más que una pandemia como la de este tipo para que los cambios sean más profundos. Indudablemente puede llegar a haber un nuevo balance de fuerzas entre lo que está pasando en países como China y Rusia y los Estados Unidos, pero creo que cuando la máquina se vuelva a poner en funcionamiento va a activarse con la misma fuerza, o mayor, que la que tenía hasta este momento, lamentablemente, y que poco habremos aprendido y sacado como conclusión.
En definitiva, tampoco quiero cargar las tintas sobre la gente común como nosotros, porque nosotros es muy poco lo que podemos hacer para cambiar la situación, pero es crear imaginario, es trabajar sobre los magmas simbólicos que alimentan el imaginario. Y darnos cuenta de que no todo lo que se nos vende es lo mejor, ni la mejor forma de vida que podemos aspirar a tener en este tiempo tan corto que nosotros estamos en el mundo. Lo mejor que podríamos hacer es aprender un poco de lo que hemos visto en este tiempo y no alimentarnos con esos discursos enfocados en el consumo y el derroche, o en el horizonte de la prosperidad y el progreso constante como una cuestión infinita. Así que ojalá tengamos el tiempo y la capacidad como seres humanos de incorporar estas cuestiones.
– Acaba de editarse el libro La Tierra No Resistirá ¿de qué se trata?
Casa Río, el laboratorio, presentó el libro La Tierra No Resistirá, que es producto de una investigación que se desarrolló durante los años 2018 y 2019 en territorio, donde artistas y comunidades, artistas que trabajan en el concepto de arte público, el concepto de arte ampliado que ya no es el de la producción de pintura o escultura sino una forma de aproximación heurística a la realidad. Un trabajo diferente, de concepción de la cuestión artística como una forma de aproximación al conocimiento y no como una forma de generar productos especializados para el mercado de arte.
Esta fue una aproximación que artistas locales e internacionales hicieron a través de cinco campañas en el área del estuario del Río de La Plata y el delta del Paraná, que de alguna manera generaron una propuesta de comunicación, una propuesta estética, a partir de situaciones críticas que se dan en estos territorios.
Así se trabajó en el área de la Isla Paulino, de Isla Santiago, en el estuario del Río de La Plata, se trabajó en Rosario, en San Fernando, en las islas del Delta, en fin, sobre situaciones específicamente críticas, con comunidades que avanzan en una forma novedosa de resolución de conflictos. Entre estos dos grupos, que son el de los artistas que trabajan en el concepto de arte público ampliado y el de las comunidades, se generaron propuestas estéticas que luego fueron expuestas en el Centro Cultural Parque España, de la Agencia de Cooperación Española, en Rosario. En tres túneles inmensos, donde se desarrolló una muestra sobre esta práctica de trabajo novedosa entre artistas y comunidad. Y que también reunió la experiencia que se llama justamente The Earth Will Not Abide, La Tierra No Resistirá, que se desarrolla en estos momentos también en los Estados Unidos, particularmente sobre la cuenca del Misisipi. O sea, trabajamos con estas dos cuencas en espejo, la cuenca del Misisipi y la cuenca del Plata. Yo estoy participando en las dos, tanto en la parte exhibitiva en Estados Unidos y la organización aquí, que la hemos desarrollado junto con Graciela Carnevale, Brian Holmes y yo como curadores de la muestra. Después esta muestra terminó en un foro público donde artistas, técnicos, académicos, científicos, productores rurales, pescadores y junqueros, se reunieron en este ensamble de conocimiento para trabajar sobre nuevas formas de abordar los conflictos territoriales. Este libro resume todo este proceso. Yo creo que no hay otro material de este tipo publicado en la Argentina. Y esperemos que sea un material que pueda inspirar nuevas formas de trabajo en territorio y nuevas formas de entender la realidad. Incluso, si podemos, transformarla un poco.
Entrevista: José Luis Meirás