«Casas perdidas, la modernidad invisible», la serie de ensayos breves de Pablo Briguez sobre proyectos arquitectónicos notables entre las viviendas de Magdalena, llega a su sexta entrega. Hoy se trata de una casa ubicada en la céntrica calle Goenaga de esta ciudad, obra de de los arquitectos Carlos Felipe Morales Basadre y Alfredo M. Dalponte, que ya pasó el medio siglo de existencia y aún conserva su novedad.
CASAS PERDIDAS. LA MODERNIDAD INVISIBLE
CAPÍTULO VI
ESCULPIR EL TIEMPO
Por Pablo Briguez
Si hay algo imposible de modificar es el paso del tiempo. Inevitable, su transcurso lleva en nuestras vidas modificaciones y cambios constantes. De la misma manera este transcurrir se hace visible en la ciudad. Los cambios se van profundizando lentamente, pero de forma segura. Donde ayer había una vivienda hoy hay otra cosa. Esta mutación también la podemos ver a nivel urbano, en la manera que cada tiempo dio respuestas diferentes a problemas que podríamos llamar similares. Así es que por ejemplo la vivienda actual no es la misma de principios de siglos XIX, tampoco la misma que hace 40 años ya que los cambios han sucedido con mayor velocidad desde la segunda mitad del siglo XX a nuestros días.
Ajena a esto, como riéndose del tiempo, esta vivienda ubicada en la calle Goenaga de Magdalena lleva más de 50 años sin que este transcurrir se note en su presencia. Esta cualidad es obra de los arquitectos Carlos Felipe Morales Basadre y Alfredo M. Dalponte y aunque no lo parezca es del año 1967.
La resolución de su organización espacial en dos niveles responde a las dimensiones acotadas del lote (apenas 10 x 24 m de fondo), dejando los espacios privados para la planta superior.
A pesar de las dimensiones del terreno la vivienda esta diseñada haciendo un excelente uso el espacio, dotando a la planta baja de espacios de descanso y dos comedores (uno diario, que luego fue integrado al resto haciendo mas continuo el espacio de la planta baja). Los servicios (un toilette y la cocina) separan el ingreso vehicular del resto de la vivienda. La orientación no fue un dato menor y es así que tanto el estar como el comedor cuentan con un ingreso correcto de sol en invierno y los aleros y rehundidos de sus aberturas protegen del sol en verano en un correcto uso de los sistemas pasivos tan anhelados hoy en día por la sustentabilidad. Una estufa hogar es el centro de toda la composición y que puede ser apreciada desde todos los espacios de la planta baja. Un concepto que podemos encontrar en las obras de Frank L. Wright tomados de la vivienda tradicional japonesa donde el fuego, el elemento primario de la protección del hombre, pasaba a ser el eje central de la composición de la casa.
La planta alta en consonancia con la inferior, resuelve un programa de 3 dormitorios y un baño de manera eficiente con una circulación acorde a los movimientos de los 5 integrantes de la familia. Como complemento de estos espacios aparece una terraza descubierta que permite un despegue de la vivienda de una de las líneas medianeras.
Si bien la organización del programa esta muy bien resuelto el punto mas alto de esta vivienda es como se compone formalmente todo el conjunto. Resulta interesante observar que la composición no esta solo resuelta en un plano, sino que claramente tiene respuestas en todas sus dimensiones. Podríamos describirla entonces como un único volumen, una suerte de prisma, que fue trabajado como una pieza escultórica a la que pacientemente se le fueron quitando las rebarbas y salientes hasta obtener un objeto único en si mismo, repleto de aristas y de huecos que otorgan diferentes luces y sombras sobre la fachada que se van modificando según como les pegue el sol en las diferentes épocas del año. No existe el concepto de algo estático en la producción de la fachada. Siempre está en constante cambio.
Tal vez se trate de este dinamismo lo que le otorgue un carácter atemporal a la casa ya que no responde a patrones de diseño que respondan a un tiempo en particular, ese juego alterable de luces y sombras la transforman en una pieza abstracta de características únicas e irrepetibles.
De todos los elementos que la componen sin lugar a dudas la escalera es uno de los elementos plásticos mas destacados. Un pequeño retiro (a pesar de ser un lote tan chico) genera un vacío urbano que le otorga la distancia justa de la calle para poder apreciar la fachada y proteger los espacios interiores. La escalera se adelanta al resto de la composición no solo por una cuestión funcional, sino para transformarse en un objeto destacado en la fachada que quiebra la ortogonalidad de la misma.
Pero no se trata de algo simplemente figurativo. Interiormente la escalera deja de ser un mero objeto para subir y bajar, para otorgarle a la misma la posibilidad de un recorrido que incluye a través de sus ventanas la posibilidad de apreciar la calle en todas las direcciones posibles, desde la vereda hasta el cielo según uno suba o baje.
Nuevamente se hace presente este concepto de dinamismo latente en todo el diseño de la misma.
Walter Gropius un reconocido arquitecto alemán fundador de la escuela de arte y diseño Bauhaus decía que para poder entender el espacio moderno es necesario moverse, recorrerlo.
Cambios, movimiento y dinamismo es lo que hacen que esta vivienda parezca no perderle pisada al tiempo, pasaron 50 años y aún hoy conserva su novedad. Como todo lo que está bien hecho, pasarán muchos años más y aún le seguirá sonriendo al tiempo, esa invención humana que parece no trascurrir en este punto del espacio urbano.