La Secretaría de Agricultura Familiar Campesina Indígena (Safci) promueve, por primera vez desde el Estado nacional, la producción y el rescate de semillas nativas y criollas a través del programa SemillAR, una iniciativa que busca «recuperar y multiplicar la diversidad biológica y cultural, y revalorizar el rol de agricultoras y agricultores como guardianes de las semillas».
El coordinador nacional de SemillAR, Alberto Chiavarino, explicó que «es un programa que aspira a impulsar a organizaciones de la agricultura familiar, a cooperativas, a asociaciones que produzcan semillas nativas y criollas».
El programa surgió para materializar «reclamos históricos de las organizaciones de la agricultura familiar», dijo, por su parte, Verónica Lozano, asesora de la Secretaría e integrante del equipo coordinador.
Chiavarino y Lozano integran el equipo técnico de la Secretaría de Agricultura Familiar Campesina Indígena que tiene a su cargo el diseño y ejecución del programa SemillAR.
La Ley 27.118 de Reparación Histórica de la Agricultura Familiar, sancionada en 2014 y que aún espera por su reglamentación, contempla en su artículo 26 la creación de Centros de Producción de Semillas Nativas (Ceprosena) que tienen como objetivo registrar, producir y abastecer de semillas nativas y criollas a nuestro país.
En este contexto se encuadra el programa SemillAR para garantizar el libre acceso a las semillas nativas y criollas, así como fortalecer el trabajo de rescate y multiplicación local.
En la Argentina existen diversas experiencias de producción, intercambio y resguardo de semillas, entre los que se destacan iniciativas como Casas de Semillas y Ferias de Intercambio, que son espacios de encuentro y formación que se constituyeron como espacios de las comunidades para almacenar, conservar y recuperar sus semillas.
La pérdida de variedades nativas y criollas que dejan de ser sembradas o conservadas por los agricultores es una preocupación de la agricultura familiar, campesina, indígena por la función que cumplen estos vegetales en la conservación de la biodiversidad y la adaptación a las condiciones ambientales locales.
«Nosotros aspiramos a que de punta a punta de la Argentina todos aquellos productores de semillas, los que hacen intercambios de la semilla, o que tienen una venta a lo mejor no habilitada, puedan dar un paso importante, ir cubriendo un espacio mayor en la producción, en el cuidado y ampliación de la diversidad de semillas», expresó Chiavarino.
En este sentido, el coordinador nacional explicó que «la humanidad concentra en pocas especies la producción y la alimentación: el 80% de la alimentación se basa en ocho o nueve especies del mundo, de las 200 mil especies vegetales que había hace muchísimos años, es decir, se fue concentrando de esta manera; esto es un riesgo muy grande y es una debilidad».
Por su parte, Lozano señaló que «no sólo se achicó la cantidad de cultivos sino que en cada uno de esos cultivos se perdió variabilidad, son los dos procesos. Fue disminuyendo la cantidad de especies que se utilizan y además, en esas especies, vamos perdiendo variabilidad, y vemos que en esos cultivos en que se termina sustentando gran parte de la alimentación mundial, tienen menos capacidad de adaptación a los cambios».
La propia Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) planteó que la «diversidad de las especies vegetales se ve amenazada por la ‘erosión genética’, un término acuñado por los científicos para referirse a la pérdida de genes individuales o combinaciones de genes, como los que se encuentran en las variedades nativas adaptadas a nivel local».
De acuerdo a los resultados de un relevamiento preliminar hecho por el equipo técnico del programa Semillar durante la pandemia, se identificaron «más de 500 experiencias en todo el país, de familias y de organizaciones que producen, multiplican y conservan semillas», indicó Chiavarino
Una de las dificultades que observaron los responsables del programa es que aquellos que se dedican a esta tarea «sienten que están en la ilegalidad. Porque de alguna manera la ley vigente de semillas no permite comercializar semillas, sin registrarse por ejemplo».
«Esto no es fácil para nadie, entonces lo que pasa es que todo el mundo siente que está haciendo algo que la ley no permite, lo que es falso porque tanto nuestra ley de Agricultura Familiar, como los tratados internacionales que Argentina firmó, buscan revalorizar este rol histórico de las comunidades en la producción de semillas», subrayó Lozano.
El programa SemillAR depende de la dirección de Asistencia Técnica Capacitación e Innovación Productiva que funciona dentro de la órbita de la Subsecretaria de Agricultura Familiar y Desarrollo Territorial y articula sus distintas acciones con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Instituto Nacional de la Semilla (Inase).
Fuente: Télam
Foto: Sebastián Granata