El arquitecto Manuel López López nos invita a hacer un recorrido por uno de los edificios mas valiosos y hermosos de Magdalena: el Teatro Español. Manuel, que fue responsable de la remodelación y puesta en valor del edificio en el año 2008, nos muestra en imágenes y palabras la belleza oculta de esta joya.
Por Manuel López López
Al ver algunas de las fotos que tomé en 2008, antes de realizar la restauración y re funcionalización del edificio del Teatro Español, y dado que actualmente toda la comunidad se encuentra sensibilizada en recordar la historia de Magdalena y su patrimonio, surge esta página.
Pienso que es momento de destacar, principalmente, la actitud de Amigos del Patrimonio por todo el trabajo que están realizando, y que es momento que todos comencemos a construir la memoria colectiva y una actitud comunitaria concientizadora por conservar nuestros patrimonios culturales, arquitectónicos, ambientales, costumbres y de tradiciones. Y, de esta manera, permitirnos recordar de dónde venimos y rescatar los valores de nuestros antepasados que nos permitieron llegar hasta aquí. Si logramos esto, podremos construir un presente que merezca ser vivido y un mejor futuro.
Es por esto, que debemos tomarnos un minuto y recordar el camino que trazaron los antepasados al imaginarse el edifico del Teatro Español, y que la obra vuelva a ocupar ese papel que tenía en ese el momento y no verlo nunca más como en las fotos expuestas o que caiga en el olvido como ocurrió con Celtia y tantos otros edificios.
Ahora sí, el Teatro Español, junto a otros edificios históricos de nuestro pueblo, es uno de los más significativos exponentes del patrimonio arquitectónico magdalenense. Representa la identidad cultural del periodo de fines del 1800, siendo hoy una de las muestras más significativas de esa época, reconocido como una joya arquitectónica de incalculable valor histórico y cultural por todo el mundo. Representa el esfuerzo de una generación que, a pesar de las condiciones adversas del momento, y tan solo impulsados por sus sueños y valores traídos de España, culmina esta obra que perduró hasta el día de hoy.
Su historia nace en 1895 con la Sociedad Española de Socorros Mutuos que ve la necesidad de la construcción de una sede propia, y la condición era que tuviera un teatro donde pudiese desplegarse toda la cultura criolla y la española. Se inaugura el 22 de julio de 1899 en una trascendental ceremonia que tuvo la participación de las más importantes autoridades religiosas, políticas y representativas de la sociedad Argentina y Española de la época. Todo esto se da en el momento de máximo apogeo económico de nuestra ciudad (con llegada de los saladeros de Atalaya en 1871) así fue ubicado en el corazón del centro cívico de la ciudad como monumento del arte y la cultura local que junto a la Iglesia constituyen los edificios más relevantes de la ciudad. Su diseño fue pensado con la estampa de un Teatro de categoría y con su estilo para la zarzuela, su sala en “U” y características contractivas le dio la condición de ser la segunda sala más importante después de la del actual Teatro Colón.
En una sintética descripción, todo el edificio salvo la cáscara arquitectónica fue construido en madera de la época. Su entrada principal, se desplegaba sobre la antigua “Avenida de la Constitución”, hoy calle Goenaga. Se construye a un nivel más elevado que el de la calle, con la actual escalinata de mármol, para darle jerarquía y resaltarlo en la geografía urbana. Este acceso tiene un importante portón de madera de cedro, conformado por dos grandes hojas con cuatro valiosísimas tallas de madera y grandes herrajes forjados a mano, que junto al foyer con techo de hierro y vidrio dan acceso a la sala principal, salas de ensayo y escaleras de mármol tipo imperial que comunican las dos plantas superiores.
La sala posee piso de pinotea y está apoyado sobre dos grandes perfiles de hierro y criques manuales que la atraviesan y le daban la característica de ser movible. Esto le permitía cumplir la función de salón comunitario para romerías y darle inclinación necesaria para que aparezca el foso para la orquesta en veladas de gala. Debajo de ella se ubica una cámara de agua que alimentada por los desagües pluviales le aseguraba la acústica necesaria, aún muy elogiada por toda la comunidad artística.
Su cielorraso, de madera de roble de eslavonia de dos tonos, dibuja una estrella y su moldura perimetral de colores rojo y amarillo rescatando la los colores de la bandera española aún permanece en perfecto estado. En el centro de la estrella se encontraba una majestuosa araña de bronce que remataba la categoría de la sala, como también alrededor de ella están los palcos para cuatro sillas y bandejas perimetrales con baranda de balaustradas de madera talladas a mano, mostrando un importante trabajo artesanal de época, con salidas a las galerías cubiertas que daban a un importante patio verde. Los palcos “avancé” a ambos lados del escenario son cerrados, según cuentan, diseñados para viudas y personalidades importantes de la época.
El escenario cuenta con un telón de pana traída de España, sus bambalinas y rejilla, son también de madera de pinotea, que junto con una pasarela central ente el cielorraso y el techo atraviesa toda la sala y le brindan todos los elementos necesarios para cualquier obra de teatro de envergadura. Aquí debemos recordar el paso de grandes artistas como Caruso y Mercedes Sosa, entre otros famosos.
Por esto y mucho más creo que es momento de reivindicar nuestro teatro, pues este patrimonio merece que sea preservado, evitando perder los valores y, fundamentalmente, la identidad magdalenense que nuestros antepasados forjaron para que nosotros hoy podamos disfrutarlo. Los vaivenes económicos del país y la falta de concientización por el cuidado de nuestro patrimonio, nos prohibieron deleitarnos por mucho tiempo, por ejemplo, de los sillones de la sala, de su patio en esquina con una frondosa palmera donde daban las galerías, de una imponente puerta que salía del foyer, de las tres magnificas puertas existentes del escenario que daban a la vivienda del teatro, de la excelencia de su cámara de agua acústica (tapada por nuevas construcciones vecinas), de su magnífica araña central de bronce y de tanta otras cosas que se fueron descubriendo a medida que avanzaba la obra de restauración del edificio.
Lamentablemente, este patrimonio muchas veces es inadvertido por la sociedad y se va perdiendo como la fábrica Celtia, la antigua Comisaria, los Saladeros, la Calera, la Jabonería y tantos otros del resto del partido de Magdalena, y ni hablar de la gran cantidad de casas y ranchos que merecen recordarse y preservarse para futuras generaciones.
Por esto digo que la identidad del pueblo se refleja en sus patrimonios históricos y es ella que finalmente moldea la cultura del mismo.