Testimonio de Pilar Cortés, joven magdalenense víctima de la salvaje represión contra la movilización en apoyo a jubilados

Pilar Cortés es de Atalaya, Magdalena, tiene 26 años y estudia en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, el miércoles 12 de marzo fue a Plaza Congreso con un grupo de amigos para participar de la movilización en apoyo al reclamo de los jubilados. Sin embargo, como decenas de personas, fue víctima de una detención arbitraria y de un maltrato inhumano por parte las fuerzas de seguridad bajo las órdenes de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich. En los últimos días Pilar ha brindado su testimonio en distintos medios escritos y audiovisuales, por si hiciera falta en democracia, aclara que no tiene militancia partidaria y que fue a Congreso para acompañar y asistir a los jubilados. InformadorMgd comparte la entrevista brindada a Futurock FM y reproduce el relato de los hechos escrito por Pilar para el medio digital ResumenLatinoamericano.org.

Julia Mengolini y Werner Pertot entrevistan a Pilar Cortés en Futurock


Memoria escrita de la represión del 12/3: un relato sobre lo que significa vivir en tiempos parecidos a una dictadura

Por Pilar Cortés

Como grupo autoconvocado (no perteneciente a ningún partido político) sabíamos que iba a haber represión, pero no imaginábamos que sería tanta. Nos preparamos para los gases lacrimógenos (pañuelos, antiparras, muda de ropa, etc.) pero no para todo lo que se vino después.

Fuimos con la intención de manifestar pacíficamente mejoras en las jubilaciones, de impedir la derogación de la jubilación moratoria, pero sobre todo fuimos para asistir a las personas más vulnerables que fueran gaseadas: llevamos limones, agua con bicarbonato, cremas y otras herramientas de auxilio. Antes de salir armamos una lista con nuestros datos y con un contacto de confianza en caso de emergencia, por suerte.

Llegamos alrededor de las 17:00hs. Estábamos concentrando de manera pacífica, con los jubilados y los hinchas al frente. Nosotrxs un poco más atrás, a distancia prudente. Cantamos y aplaudimos, no más que eso. Conforme iba avanzando la caminata hasta los puntos clave (Congreso o Plaza de Mayo) se iba poniendo cada vez más turbio.

Empezaron a aparecer disparadas de gas provenientes de policías de civillastimando a jubiladxs y a todxslxs que estaban ahí sin distinción. Mientras intentábamos asistirlos empezamos a ver caras lastimadas y personas baleadas, señal de que la situación iba a ser más crítica de lo que nos habíamos preparado. Avanzábamos de a poco, luego retrocedíamos, y así sucesivamente, asistiendo como podíamos a quienes más lo necesitaban.

Alrededor de las 18:30 empezamos a escuchar disparos desde lejos, alrededor de 1 cuadra de distancia. Se generaron corridas pero intentamos mantener la calma para no generar estampidas. Algunos (que no sé si eran civiles o infiltrados) empezaron a prender fuego contenedores de basura.

De repente y de la nada, apareció gendarmería (o la policía federal, no llegué a distinguir) en motos y disparando hacia nosotros. Empezamos a correr, pero yo al tener una visión limitada de 7 de graduación por ojo y con sólo un par de anteojos rotos no pude. Una compañera me dijo que me hice un bollito, y sólo recuerdo los disparos de cerca y a hombres enormes con cachiporras viniendo hacia mí. Nos agarraron a dos compañeros (‘’Y’’. -31 años- y ‘’L’’. -30 años-) junto con otra compañera (‘’R’’. -37 años-) y otros civiles. En una fracción de segundo un oficial se subió encima mío, comprimiéndome las costillas e impidiéndome respirar. Lo hizo por unos segundos mientras yo gritaba que no podía respirar. Mientras tanto, un oficial le pegaba a ‘’J.’’ en la cara, rompiéndole el tabique y haciéndole perder mucha sangre. Otro (o el mismo, no sé) le pegaba patadas en la cabeza a nuestra compañera ‘’R’’. Y eso es sólo lo que yo supe.

Nos hicieron ponernos boca abajo, con las manos en la espalda y mirando al piso, mientras nos gritaban ‘’negros de mierda, los vamos a matar, se hacen los defensores de los jubilados’’. Otro oficial decía que estaba con ganas de pegar un par de tiros.

Yo veía la pierna temblando de mi compañera ‘’Y.’’, la sangre de ‘’J.’’ a centímetros de mi cara, y recibía la tos de un chico asmático.

Nos pusieron los precintos ajustadísimos, y un hombre empezó a temblar sin parar: tenía un ataque de pánico. La gente pedía que nos suelten, que asistan a ‘’L.’’ y al hombre que tenía el ataque, intentaban filmar pero los oficiales los tapaban.

Gritamos nuestros nombres, como en la dictadura, y gracias a eso y a la solidaridad de la gente luego pudieron encontrarnos nuestros familiares y amigos.

De ahí nos hicieron caminar como 6 cuadras (siendo que varios estaban heridos como para caminar), pasando por el Obelisco como en una exhibición, mientras la gente nos insultaba, tomaba su café y paseaba a su perro: total ‘’normalidad’’.‘’Y.’’ tenía la rodilla lastimada y no podía pisar, pero la hicieron caminar igual.

       Nos llevaron a una vereda en donde nos esperaban unas combis y una fila de hinchas detenidos, también con precintos. Nos sentaron ahí un rato y luego nos subieron a las camionetas apagadas. Nadie nos decía a dónde nos llevaban ni qué iban a hacer con nosotros. Nos separaron por sexo y nos subieron a mi compañera ‘’Y.’’ y a mí; adentro nos esperaban desde hacía dos horas ‘’P.’’ (20 años) ‘’T.’’35 años), ‘’M.’’ (28 años), ‘’A.’’ (35 años), y ‘’E.’’ (29 años). Luego de subirnos se sumaron ‘’R.’’ y ‘’M1.’’ (72 años), que tiene cáncer de lengua. Éramos 9 en total, casi todas estudiantes terciarias y universitarias.

‘’M1.’’, jubilada, había sido golpeada en la mano y en la pierna, entre otros lugares. No tenía precinto, era la única con las manos libres.

Estuvimos ahí alrededor de 1 hora y media o 2 horas hasta que encendieron la camioneta y nos dirigían hacia un lugar desconocido. Nos cansamos de preguntar a dónde nos llevaban, pero nadie nos decía nada.

Llegamos a la Comuna 4, masculina, en donde nos esperaban policías masculinos conpasamontañas. Me alivié un poco cuando vi algunas policías mujeres, cuyas caras sí estaban descubiertas. Creo que eran las 20:30/21:30.

Nos mantuvieron siempre adentro de la combi, no nos dejaban usar los celulares ni hacer una llamada, tampoco nos dejaban ir al baño ni tomar agua o medicamentos. Dos de las chicas que estaban con nosotras tenían trastorno bipolar y necesitaban medicarse: no se los permitieron. Tampoco nos decían por qué estábamos detenidas: dos de las chicas estaban ahí por haber ayudado a otras personas golpeadas; a ‘’A.’’ la arrastraron de los pelos.

Llegó el perito médico con una lentitud para trabajar increíble. Nos tomó los datos y nos revisó una por una. A ‘’M.’’ y a ‘’E.’’les hicieron bajarse los pantalones con la puerta de la combi abierta, habiendo masculinos afuera. Mientras tanto, los precintos nos cortaban la circulación. El perito médico nos dijo que nos iban a soltar los precintos cuando bajemos de la combi a ficharnos, pero nunca pasó.

Como nadie nos decía nada, empezamos a charlar de cualquier cosa para aliviar los nervios: películas, estudios, chistes. Pero también hablamos de política, por supuesto.‘’M1.’’ nos contaba cómo la habían detenido en el 72’ y qué parecido que era todo esto con la dictadura. Como ella era la única con las manos libres, se encargaba de rascarnos la cara, sacarnos pelos de la boca, alcanzarnos cosas y de acomodarme los anteojos.

Tratábamos de escuchar lo que decían los oficiales, pero no sabíamos qué era verdad y qué era mentira. Pasaban las horas y seguíamos sin poder ir al baño o tomar agua/medicamentos.

Alrededor de las 12:30 apareció un abogado que nos tranquilizó con más mentiras, diciendo que en un rato íbamos a poder ir al baño y tomar agua. Tampoco pasó, pero al menos a ‘’G.’’ y a mí nos cambió los precintos por esposas más flojas.

Algunas de las chicas lograron zafarse de los precintos y esposas y pudieron enviar mensajes diciendo dónde estábamos, mientras algunas las tapábamos con las mochilas o hacíamos de cuenta que nos faltaba el oxígeno. Hacía frío, nos abrazábamos y acariciábamos sin brazos, como podíamos. A algunas nos incautaron los teléfonos, impidiendo que podamos comunicarnos, pero por suerte no se llevaron todos los celulares.

Nos dijeron que nos iban a trasladar a la comisaría 15, pero nada era certero. Pasaban las horas y seguíamos ahí. De a ratos apagaban y prendían los motores, lo mismo con las luces: todo daba miedo.

A eso de la 1 de la madrugada empezamos a escuchar los cantos y gritos de nuestros familiares y amigos pidiendo que nos suelten, también ‘’Y.’’ me dijo que mi mamá venía en camino: fue el momento donde más alivio sentí en toda la noche. De a ratos mis compañeras podían ver las noticias que reclamaban que nos liberen y nos llenaban de esperanza.Llorábamos. En la combi acordamos pasarnos nuestros números para mantenernos unidas y en contacto.

Al rato una policía y el abogado nos dijeron que la jueza había pedido nuestra liberación inmediata, nos alegramos pero teníamos que recordar que quizás no era cierto. De todas formas los cantos de afuera nos mantenían enteras y a mí me hacían pensar que quizás sí nos largaban: de a poco empezaron a escucharse gritos de festejo, estaban empezando a liberar a algunos.

Tipo 2 de la madrugada nos liberaron, haciéndonos firmar un documento con espacios en blanco que no sabíamos qué iba a decir después. Lo firmamos, queríamos irnos de una vez. Recién ahí pudimos tomar agua de una botella que nos trajeron familiares y amigos.

Después de firmar empezamos a salir de a poco, y vimos a nuestro compañero ‘’L.’’ que estaba bien y a los demás compañeros que nos estaban esperando: nos abrazamos todos. Luego vi los ojos llorosos de mi mamá y de su novio: disfruté el abrazo de ella como nunca. Le pedí perdón, pensando que iba a estar enojada porque le había mentido (le dije que no iba a ir). Pero ella me respondió que estaba orgullosa de mí.

De ahí se acercaron algunos abogados, y nos trasladamos a un hospital cercano para hacer el parte médico. Había 4 horas de espera, así que nos fuimos a atender a otro hospital, donde uno de los médicos o enfermeros se negaba disimuladamente con la cabeza a atendernos cuando dijimos que veníamos de la represión; exceptuándolo a él los demás se portaron de 10 con nosotras.

Por fin cada una llegó a su casa, para descansar de un largo día de lucha cuyos frutos esperamos ver pronto.

TODXS SEREMOS JUBILADXS. NO A LA CRIMINALIZACIÓN DE LA PROTESTA. MANIFESTARSE ES UN DERECHO.            



Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2025/03/15/argentina-memoria-escrita-de-la-represion-del-12-3-un-relato-sobre-lo-que-significa-vivir-en-tiempos-parecidos-a-una-dictadura/

Foto: Enfoque Rojo