En los festejos de Juntos Magdalena luego de su triunfo en las elecciones del 14 de noviembre, el concejal electo Martín Raffo pronunció palabras que despertaron indignación por lo sesgado de su discurso, que incluso hizo caso omiso del homenaje que días antes, en el cierre de campaña de su misma fuerza, se hizo al abogado y militante radical asesinado por «grupo de tareas» de las fuerzas armadas en 1976, Sergio Karakachoff, así como a la lucha por los derechos humanos del expresidente Raúl Alfonsín. En esta nota de opinión Sofía Aguirre, activista por los derechos humanos, y Maitena Barrenese, hermana del joven magdalenense detenido-desaparecido Alcides Barrenese, le responden.
Por Sofía Aguirre y Maitena Barrenese
Sabemos que la memoria colectiva también es una construcción, una construcción más compleja que la memoria individual. Una sedimentación que muchos de nosotros hacemos sobre lo que ocurrió, se define en plazos de tiempos más extensos, cuando recordamos algo de nuestro pasado lo ponemos en un contexto de un pasado colectivo. Es aquello que colectivamente aceptamos que ocurría en nuestro país, esa memoria va cambiando, como nuestra memoria individual, producto de nuestras acciones. Las interpretaciones sobre el pasado también se modifican.
En nuestra historia reciente esos marcos de memoria colectiva se fueron modificando.
La democracia iniciada en el 1983 volvió hegemónico el discurso que avalada y sostenía la teoría de los dos demonios, ese discurso fue modificado y el avance y la lucha de los organismos de DD.HH y de familiares de las victimas permitió analizar y tomar una dimensión real de lo ocurrido. Y cuando decimos real, es porque hay algo en la teoría de los dos demonios que no cierra, o cierra solo para algunos sectores. Limita la capacidad de autorreflexión, incluso de aquellos que vivieron esos tiempos.
¿Puede alguien pensar que la dictadura sólo dañó a los desaparecidos y sus familias? ¿Se puede pensar que el resto de la sociedad toda no fue impactada por una política organizada desde el terror estatal?
La dictadura modifico todo, absolutamente todo, las subjetividades también.
Uno de los logros de aquella teoría fue exculpar a una parte de esa generación, que que fue contemporánea y pasiva frente al genocidio: «nosotros no tuvimos nada que ver, padecimos la violencia entre sectores opuestos».
¿No hay nada que preguntarse sobre qué hicimos o qué hicieron en medio de ese terror? ¿Cuál fue el papel de cada uno y por qué mucho de aquello todavía sigue en nuestro presente?
La lucha en la construcción colectiva de la memoria permitió recuperar una identidad que con ese discurso había sido anulada, incluso por sectores de la misma generación que lo resistieron siempre, se trata de no permitir que se los simplifique bajo un rótulo de ser quienes introdujeron el caos para así justificar el genocidio.
Recuperar la identidad implicaba volver a hablar de ellos como militantes políticos, durante muchos años los propios familiares obviaban esa identidad, porque el “hago habrán hecho” no solamente se había instalado en plena dictadura, también circulaba en los años de la recuperación de la democracia.
El genocidio es comúnmente entendido como el asesinato en masa de una población. Pero si nos animamos a salir de la comodidad del sentido común podemos complejizar y comprender mejor aquellos años. Los genocidios comienzan mucho antes, son procesos complejos que se inician en el plano de lo simbólico, o real, como la proscripción de la principal fuerza popular por 17 años, golpes de estado mediante, y con la construcción de un enemigo común que hay que exterminar: desde las FFAA, el discurso es el de un caos social producto de la violencia de sectores que violan los valores de la occidentalidad cristiana.
¿Y cuáles eran esos sectores?
Ibérico Saint Jean, gobernador de la provincia de Buenos Aires durante la última dictadura, pronunció estas palabras en 1977 durante una cena entre oficiales: «Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aquellos que permanecen indiferentes y, finalmente, mataremos a los tímidos».
La pregunta sería: ¿quienes quedaban afuera?. La respuesta está en una política de terror donde nadie estaba exceptuado de entrar en las filas de los posibles víctimas.
El genocidio continúa con la materialidad: listas negras, hostigamiento, persecución, secuestro, torturas, apropiación de bebés recién nacidos, delación, desaparición, robo de bienes, creación de centro clandestinos de detención y de exterminio. Estas son herramientas que la política de terror para lograr el objetivo: el genocidio plantea la destrucción de un grupo pero su objetivo último es destruir la identidad de un grupo para imponer la del opresor.
El proceso genocida se cierra también en el plano de lo simbólico para evaluar sus logros y sus alcances. Pudo modificar o no la identidad de nuestra nación.
Queremos ejemplificarlo con un discurso que circula por estas horas. Transcurridos 38 años de democracia (ininterrumpida por primera vez en nuestra historia). Paradójicamente uno de ellos es enunciado por alguien que le habla a una juventud que milita y retoma la participación política como bandera, en un partido que sufrió también golpes de estado y cárcel (recordemos a Hipólito Yrigoyen), o que incluso se alzó en armas en una revuelta popular contra la opresión y por la democracia participativa, como el fundador de la UCR, Leandro N. Alem.
¿No es una contradicción lo que enuncia con el contexto que lo acompaña, justamente un día de festejo que nos da la democracia?
¿A quiénes les habla y a quiénes se refiere?
Un candidato recientemente electo mofándose de una tragedia que vivimos todxs lxs argentinxs.
Preguntamos: ¿volverlo partidario suma?
Las víctimas son víctimas. Por estos pagos, por los suyos también, aparecieron los restos de un gran militante politico, Karakachoff, junto a Teruggi. De ellos también se dijeron muchas cosas. Se construyó en lo simbólico aquello que justificó su eliminación. Tomamos dos de 30 mil para ejemplificar lo que el genocidio fue. Cada une de nosotres decide qué contar y de qué lado estar.
Hubo recientemente un juicio que habla del derecho de los pueblos a resistir.
Nos entristece ver ahí a otrxs que también son funcionarixs y tienen una responsabilidad que esta democracia garantiza como derecho y lo ejercen.
Y cuando escuchamos estos discursos creemos que la dictadura triunfo en parte, en ellos. Porque el genocidio es la eliminación total o parcial de un grupo nacional para borrar la identidad de un pueblo, toda nuestra identidad fue transformada, para imponer la del opresor, y comenzó mucho antes, en el plano de lo simbólico: construir el sentido de aquello que había que exterminar.
Y en nuestra democracia quedaría en claro si aquella identidad que la dictadura planeaba destruir para imponer la del opresor se habría logrado. Durante muchos años pensar la dictadura era negar la propia identidad de la víctimas. Tenemos que decirlo y tenemos que rescatar sus luchas, nuestrxs desaparecidxs eran también militantes políticos.
Aquella juventud gloriosa de la que se burla, fue masacrada y no tendrá, como él, la posibilidad de seguir haciendo política, ocupando un cargo público y viviendo en un Estado de derecho. Todavía exigimos que nos digan dónde están.
Celebramos, aunque suene raro, que pueda decirlo y expresar sus ideas. En la dictadura eso te costaba la vida.
Y volvemos a preguntar ¿a quiénes les habla?
Y pensamos en la reflexión, si podemos hacerla, si nos animamos a pensar entre todos y todas nuestro pasado reciente. Y el de nuestra ciudad ¿por qué no?
Basta con mirar los registros de víctimas de la última dictadura para ver la cantidad de hombres y mujeres cuyos restos aparecían en las playas de Magdalena y Punta Indio, en los caminos vecinales, al costado de la ruta y en las costas de nuestros pueblos. Nuestro cementerio es lugar de hallazgo de NN, nuestra ciudad tuvo una de las más importantes cárceles militares y de presos políticos. En la actualidad se está desarrollando el juicio de vuelos de la muerte que investiga la participación de pilotos de las FFAA que arrojaban las victimas al rio o al mar, nuestro partido (aquel que era junto a Punta Indio) es nombrado como destino de aquellos vuelos, 3 de las 4 víctimas fueron halladas en el cementerio de nuestra ciudad.
Tenemos pruebas materiales de los delitos denunciados, tenemos testimonios de a miles, tenemos documentos de archivo, tenemos juicios que se llevan a cabo en un estado de derecho, tenemos la enorme responsabilidad de animarnos a pensar de manera más autocritica lo que enunciamos. Nunca es tarde.