Máximo C. Maldonado, un animal de la escultura nacido en Magdalena

El 8 de abril de 1900 nació en Magdalena uno de los mayores creadores que dio la escultura pública de la Provincia de Buenos Aires, Máximo Carlos Maldonado, cuyas obras están presentes en varios paseos y lugares públicos de La Plata y otras ciudades del país. Un conjunto singular de sus obras “animalistas” están hoy en el Centro Cultural Abel Barragán de Magdalena. El Museo Pettoruti de La Plata publicó un video que rescata el acervo del maestro escultor con que cuenta, allí un Oso Polar habla sobre el artista y reflexiona sobre la “hibernación” de los museos provocada por la pandemia de Covid19.


«Entre miradas broncíneas y marmóreas paso mis días solo en el reino de los hombres. Soy un oso polar y a diferencia de mis primos, los osos pardos, no hiberno, aunque mi casa parece una cueva en invierno.
Hace cien días que nadie habla del afuera y hay poca pesca de novedades. (…) Así es que duermo y reflexiono, podría decir que hiberno, ahora que todos hibernamos, y encuentro mi propio tiempo para recordar las historias que me sé, las propias y las ajenas.
Máximo C. Maldonado me hizo cerca de 1930, hace casi noventa años de eso. Recuerdo sus manos fuertes y su mirada seria, en esos años se dedicaba al boxeo. Una primavera de fines de los años ´20, merodeando por la ciudad de La Plata, Máximo, un boxeador de 30 años, se asomó a una ventana y contempló una clase de escultura en la Escuela Superior de Bellas Artes. El polvo, la piedra y el golpe del cincel fueron knock-out estético para él, tanto que enseguida abandonó su vida de pugilista para dedicarse al noble arte de esculpir y modelar. A partir de allí y durante toda su vida, Máximo esculpió y modeló animales, de su tierra y de las otras…
«

Así comienza el relato sobre la obra de Máximo C. Maldonado en la videofábula «Hibernación» que en septiembre de 2020, pleno Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, produjo el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti.

El que habla, en rigor la que habla, es la Cabeza de Oso Polar, una escultura de piedra reconstituída presentada en el II Salón de Arte de La Plata de 1935 por el escultor platense nacido en Magdalena, obra que resultó premiada con adquisición y hoy está catalogada en el «Depósito B, Inventario 325» del museo de la calle 51, justo frente a la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires.

El monólogo del oso fue escrito por el director del Museo Pettoruti, Federico Ruvituso, profesor y licenciado en Historia del Arte y que actualmente cursa las maestrías en Estética y Teoría del Arte (FDA-UNLP) y en Historia del Arte Argentino y Latinoamericano del siglo XIX y XX (IDAES-UNSAM). También se desempeña como docente en la Facultad de Artes. Ruvituso ha realizado investigaciones y publicado textos sobre historiografía, iconología y artes visuales y trabajó en proyectos curatoriales y técnicos para el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo Nacional de Arte Decorativo, el Museo de La Plata y el Centro de Arte de la UNLP. Entre sus trabajos de investigación se ha especializado en la obra y biografía de Máximo C. Maldonado.

Museos y colecciones públicas en hibernación

Además de ser una excusa para poner en valor la obra de Maldonado dentro del patrimonio del Museo Pettoruti, en la reflexión de la Cabeza de Oso acerca de su hibernación obligada entre presencias «broncíneas y marmóreas», también parecen emerger algunas de las inquietudes de su director sobre la actualidad de los museos en la era del coronavirus y que pueden leerse en el artículo «Avatares de pandemia – Museos sin después» que se publicó en la revista Estudios Curatoriales de la UNTREF la primavera de 2020, casi en simultáneo con el estreno del audiovisual Hibernación en las redes sociales del Museo.

«Estos museos en apuros, cerrados, hibernantes, son, por primera vez en muchos años, un reflejo del estado de la sociedad de su propio tiempo y no de aquella que se espera, casi como si repentinamente hubieran logrado concretar un sueño imposible. Como edificios de la posteridad, están obligados a intentar cambiar las cosas, transformar la realidad y por eso siempre están a destiempo. Sin embargo, en un mundo en el que se ha suspendido el contacto, en el que nada se toca sin un riesgo y en el que el distanciamiento es la normalidad, parece replicarse (¿por fin?) la situación habitual de un museo: objetos lejanos e intocables, frágiles, a los que podemos lastimar con el tacto y solo apreciar a prudente distancia. Entonces, existiendo hoy en la soledad de un encierro incierto, con sus depósitos sin movimiento, a los museos los apura una renovación«, escribió Ruvituso en septiembre de 2020.

«Por primera vez en varias décadas, el tiempo de los museos ha alcanzado el tiempo presente porque este se ha detenido. Por primera vez, las calles de la ciudad y los depósitos repletos de cuadros, esculturas e instalaciones, sorpresivamente, se parecen en su silencio...«.

«El paciente esfuerzo preservador es el que evita que las ratas se coman las telas y que las polillas destrocen los lienzos y la acompasada restauración rescata aquellas obras a las que se les acerca la ruina. La catalogación infinita y el estudio de la colección dan vida a las firmas que estaban perdidas…«.

Estos recortes de un trabajo más exhaustivo, en el que Ruvituso traza la historia del Museo Pettoruti, sus distintas etapas y gestiones hasta la actualidad, pero también pone en pensamiento la «crisis» y necesidad de reinventarse que atraviesan las instituciones museísticas y patrimoniales a causa de la Pandemia y el Aislamiento; parecieran dialogar con los pensamientos de la Cabeza de Oso Polar de Maldonado.

El relato del audiovisual Hibernación se permite algunas licencias poéticas, al hacer eje en la actividad pugilística de Maldonado, quien más allá de ser boxeador amateur, trabajó desde sus 14 años en la Dirección de Navegación y Puertos del Ministerio de Obras Públicas de la Nación (hasta 1928) y luego en la Dirección General de Arquitectura del mismo Ministerio (desde 1928 a 1947), coincidiendo con el inicio de su carrera como escultor. Maldonado también fue profesor de Modelado en la Escuela Graduada Joaquín V. González, dependiente de la Universidad Nacional de La Plata.

Maldonado dejó Magdalena a temprana edad, antes de la adolescencia ya estaba establecido en la ciudad de las diagonales. «Gran parte de su actividad como escultor fue desarrollada en La Plata (en donde expuso al menos 15 veces y unas 5 póstumas), pero también tuvo obra permanente y transitoria en Buenos Aires (donde expuso unas 11 veces) y ciudades cercanas de la provincia (en donde expuso unas 7 veces). Participó en Salones de Arte nacionales y provinciales desde 1930 a 1941 y desde 1949 a 1952. Expuso en tres oportunidades en Europa«, escribió el profesor Juan Longoni en el paper «Estudio estilístico de la obra escultórica de Máximo C. Maldonado» presentado en el IV Congreso Iberoamericano y XII Jornada de Técnicas de Reparación y Conservación del Patrimonio que se llevó a cabo en octubre de 2015 en La Plata.

Obra de Maldonado en Magdalena

Longoni señala que «el tema principal de trabajo de Maldonado fueron los animales (generalmente salvajes). Las becas nacionales y provinciales que obtuvo estaban orientadas a estudiar la fauna autóctona. Hacia 1937, Maldonado trabajó con A. Bigatti, L. Rovatti, J.C. Oliva Navarro y D. Proietto en murales y esculturas de animales del Museo Nacional de Historia Natural Bernardino Rivadavia (Parque Centenario, C.A.B.A.). En 1945 realiza la serie de esculturas de cabezas de animales del hall del Museo de Ciencias Naturales de La Plata y en 1956 se inaugura una serie de esculturas de animales en la Plaza Mitre (actual Plaza San Martín) de Magdalena. Entre 1958-1962 Maldonado realiza los murales de animales autóctonos de los bancos del Bosque para la Municipalidad de La Plata«.

En el conjunto de Magdalena «los animales representados se tornan geométricos, trabajados a partir de la síntesis de sus direcciones principales«, detalla Longoni. «Estaban expuestos en la Plaza Mitre (hoy Plaza San Martín) de Magdalena, fueron creados a partir de bloques de formas redondeadas y sin salientes: estaba previsto que quedaran expuestos a la intemperie en el espacio público

Hace unos años, el grupo escultórico que originalmente se había dispuesto en la plaza principal de Magdalena fue trasladado, para preservarlo de la bandalización, al Museo Histórico y Centro Cultural Abel Barragán, en el edificio del ex Hotel Colón, frente a la misma plaza.

Al igual que el Oso Polar del Museo Pettoruti, los animalitos de Magdalena quedaron hibernando en el Museo, dialogando entre sí en un antiguo patio vacío. Allí mismo, alguna persona bienintencionada decidió pintar con esmalte impermeable la piel de piedra de los animales, quizás pensando que un poco de fino musgo afeaba la superficie ya irregular de las esculturas, en cuyos rasgos sin embargo podía verse la firma del escultor. Como se menciona en el video Hibernación, Maldonado había abandonado la costumbre de firmar las piezas, consideraba que la signatura podía apreciarse en el gesto del creador.

En la Municipalidad de Magdalena se analiza la posibilidad de volver a llevar los animalitos de Maldonado a la Plaza San Martín, buscan algún tipo de protección para que puedan ser contemplados por los paseantes y transeúntes en su espacio original sin ser maltratados.

Texto y fotos: José Luis Meirás